
Si pudiéramos cumplirle un deseo a Beatriz de Regil, sería medir 20 centímetros más. Aún con su escasa estatura, es una de las promesas de la arquitectura mexicana. Trabaja con Teodoro González de León y cree firmemente en que le ha vendido el alma al diablo a cambio de juventud eterna, inigualable talento y simpatía. Cree que fotógrafos hay pocos, que DJ's hay pocos, que diseñadores hay pocos y que charlatanes hay millones. El último libro que leyó fue la autobiografía de Andre Agassi y su propósito a principios de 2011 es leer “Blonde” de Joyce Carol Oates. Su opinión sobre la ropa es: “compra lo que te gusta y defínete a ti misma” y “con zapatos de tacón, las nenas se ven mejor”. Cree que una persona atractiva es aquella que se divierte: es mejor no tomarse las cosas tan en serio. Sus amigos cercanos la describen en la fiesta como “una moneda al aire”, puede asegurar una noche de diversión infinita o una eterna sucesión de imprudencias. Le gusta conocer lugares nuevos y la actividad que más disfruta es sentarse y reír con un “carajillo” en la mano. Beatriz tiene un profundo lado espiritual que refuerza cada vez que prende incienso en su cuarto en las noches.
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