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Juan Carlos vivió 30 años en el sur de la Ciudad de México antes de mudarse a la mejor isla de todas: Reino Unido. Aunque tiene grandes ambiciones profesionales, siempre tendrá tiempo para familia y amigos, a quienes entretiene con su agudo sentido del humor. Las personas que más fácilmente le sacan una sonrisa son sus sobrinas. Le encanta todo tipo de música: desde Fleetwood Mac, Rolling Stones y los Talking Heads, hasta "el barbero de Sevilla" y "árboles de la barranca" de La Banda el Recodo, y el Huapango de Moncayo. Esta convencido de que la profesión más noble es la docencia; que un buen maestro transmite conocimiento y, un sabio lo intercala con valores. Dice que algún día impartirá el curso más solicitado en el ITAM (risas), en donde su profesor favorito le enseñó que los privilegios conllevan responsabilidad. Entiende que el conocimiento abre opciones y que mientras más opciones se tengan, habrá una mayor libertad pero también mayor responsabilidad. Si bien es apasionado de los deportes –fue capitán de la selección de basquetbol desde la primaria hasta la universidad, practicó karate y natación- y disfruta un buen partido de tenis, las finales de la NBA y los Juegos Olímpicos, le parecen ridículas las cantidades de dinero que ganan algunos deportistas profesionales, pero sobre todo insultante la forma en que lo gastan. Casi a diario se pregunta qué opinaría un extraterrestre sobre la forma en que explotamos los recursos del planeta, la injusta distribución de la riqueza y la capacidad de autodestrucción del ser humano. Espera con ansia el momento en que se presente una amenaza universal para que todas las religiones, culturas, sistemas políticos y razas unan sus conciencias. Mientras esto ocurre, Juan Carlos trata de hacer lo que puede desde el Servicio Exterior Mexicano, el único cuerpo profesional de carrera meritocrático, aunque bastante burocrático. Coincide con un ex-canciller mexicano en que México debe “meterse con el Mundo, para que el Mundo se meta con México”. Está convencido que las fronteras tenderán a desaparecer, y de que las redes sociales ayudarán a que todos nos involucremos más activamente en lo que suceda en cualquier latitud. No le gusta meterse a los museos sin guía o audioguía. Su talón de Aquiles es la comida: fuera de los ostiones y las zanahorias hervidas, come lo que sea. Sus platillos favoritos son el ceviche, la "tlayuda con tasajo", o un chile en nogada, y siempre tiene espacio para uno - o dos- postres. Aunque puede ser un poco a-rítmico, improvisa bastante bien en la pista de baile. Desde su primera borrachera le encantó “netear”: su combinación perfecta es botana, un par de whiskeys y una buena conversación.

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