About Beatriz

I flew to Mexico two weeks ago, scared of what I was going to find. My mom called me to tell me my 92 year old grandmother, who had been in a hospital twice in her life (when my mom and my uncle were born), had had a stroke out of the blue that paralyzed half her body. After the stroke there was nothing left to do but wait and see how her body reacted. Tired, she decided to leave this world last Tuesday. Being with her until the last heartbeat was shocking and was definitely an eye opener - life is so fragile. She left behind 7 sons and daughters, 16 grandchildren, 8 great grandchildren and a family so close that continuously amazes even those who think they have happy families. It's still early for me to process her loss, but I think it's fair to write about her, and honor what she left behind. From her I learned that family is one's most valuable possession. I learned that faith (in many shapes and forms) can move mountains and can help us achieve goals that may seem impossible to achieve. I learned about tolerance and accepting people for who they are and what they believe in. I learned congruence: defending my morals and values without being scared of what people think. I learned all about hospitality: giving all to others without expecting much in return, and always making friends, family and even strangers feel at home. I inherited her strength and ability to stay positive even when times are gloomy and life challenges us. Most importantly, I learned not to complain - complaining leads to nothing but unhappiness. She taught me that forgiveness is what the world needs to become a better place. Watching her die surrounded by all her children and grandchildren reaffirmed how lucky I am to have an education, to have grown in a happy and safe environment, and to have had the chance to spend my summers gazing at the most amazing sunsets on Earth: Pacific sunsets. Today, I am wearing her dress.
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Hace dos semanas volé a México, después de que mi mama me hablara para decirme que a mi abuela de 92 años (la cual solo había estado dos veces en un hospital, cuando mi mama y mi tío nacieron) le había dado un derrame cerebral, paralizando la mitad de su cuerpo. No había nada que hacer mas que esperar. Cansada, decidió dejarnos el martes pasado. Estar con ella hasta el ultimo momento fue un gran aprendizaje que puso las cosas en perspectiva: la vida es frágil y pasa muy rápido. Dejo atrás a siete hijos e hijas, a 16 nietos, a 8 bisnietos, y a una familia tan unida que sorprende hasta a las personas que creen que tienen una familia unida. Todavía es muy pronto para procesarlo, pero creo que escribir siempre ayuda, y creo que es justo dedicarle unas lineas al increíble legado que dejo atrás. De ella aprendí que la familia es la posesión mas valiosa, mas que cualquier zapato, cualquier joya, cualquier casa, vestido o herencia. Aprendí que la fe (en la forma que cada quien prefiera) puede mover montañas y puede ayudarnos a alcanzar metas que pueden parecer imposibles de alcanzar. Aprendí a ser tolerante y aceptar a las personas por lo que son y lo que creen. Aprendí a ser congruente y a actuar de acuerdo a mi moral y valores, sin tener miedo de lo que la gente pueda pensar. Aprendí todo sobre la hospitalidad: dar a los demás sin esperar nada a cambio, y siempre hacer a amigos, familia y a extraños, sentirse como en casa. Heredé su fuerza y ​​su capacidad de mantener una actitud positiva, incluso cuando los tiempos son tristes y la vida nos desafía. Lo más importante que aprendí fue a no quejarme - quejarse no conduce a nada más que a la infelicidad. Ella me enseñó que el perdón es lo que necesita el mundo para convertirse en un mejor lugar. El verla morir rodeada de todos sus hijos y nietos reafirmó lo afortunada que soy de tener una educación, de haber crecido en un ambiente feliz y seguro, y de haber tenido la oportunidad de pasar mis veranos disfrutando uno de los regalos más espectaculares que nos da la Tierra: los atardeceres el Pacífico mexicano. Hoy estoy usando su vestido.

 Fotos/Photos: Rosalba Lorda